Las emociones y los estímulos externos son origen del hambre emocional.
Pero, ¿Cómo distinguir el hambre real del hambre emocional?
¿Cuántas veces comemos en respuesta a nuestra vida emocional?
¿Te das cuenta de que cuándo comes sin sentir hambre real?
Desafortunadamente las personas estamos acostumbrándonos a comer como respuesta a estímulos externos (tentaciones visuales, propagandas, olores, probar las últimas galletitas de esa tienda famosa, o simplemente porque nos dicen que es la hora de comer), en lugar de responder al propio registro interno del hambre real. Demostrado. La actual epidemia de obesidad lo prueba. Nunca antes en la historia de la humanidad ha ocurrido esto.
El estómago es el único órgano de nuestro cuerpo especializado en indicarnos cuándo estamos necesitando combustible (glucosa y proteínas), ya que es el único órgano a través del cual se nos trasmite la sensación de hambre real.
Pero debemos aprender a identificar el hambre real. Algunas personas sienten un vacío. A otras les duele la cabeza. En este último caso, el dolor de cabeza aparece cuando hace tiempo que sentimos hambre.
En otras palabras, cuando sentimos hambre la sentimos a través del estómago. Ningún otro órgano en la anatomía humana tiene la capacidad de decirnos cuándo necesitamos comer. Nuestro estómago, junto con el cerebro, forman un finísimo mecanismo que es el encargado de hacernos saber cuándo debemos alimentarnos.
Cuando durante años vamos ignorando las señales enviadas por nuestro estómago, la sensación de hambre poco a poco se va perdiendo. Después de no escuchar a nuestro cuerpo y de no prestarle atención por cierto tiempo, incluso la sensación del hambre real se pierde. Comemos por costumbre, porque "nos toca".
Y es así como cada vez más personas no pueden reconocer cuándo, cómo y ni siquiera dónde se siente en el cuerpo la sensación de hambre real. No saben tampoco cuándo alimentarse. Y es por eso que comen todo el tiempo, tentados por la enormidad de estímulos que llegan del entorno. Reconocer la sensación de hambre es el primer paso en la etapa de recuperación de un desorden alimentario. En cualquier edad que esté ocurriendo, niños o adultos.
Cuando empezamos a darnos cuenta y a reconocer que lo que estamos sintiendo NO es hambre real, podemos pensar que lo que sentimos es, probablemente hambre emocional.
Esta distinción es extremadamente importante de hacer. Es, sin lugar a dudas, el primer paso hacia la liberación. Muchas veces se come en exceso o en forma compulsiva porque respondemos a un hambre que no es corporal ni física o biológica, sino emocional. Hambre de emociones placenteras, de cariño, de amor.
¿Dónde se localiza el hambre?
Pero ¿cómo saber cuál hambre es corporal, biológica o fisiológica, y cuál es de origen psicológico y emocional? La respuesta es simple. Para saber qué tipo de hambre estamos experimentando debemos reconocer como hambre sólo a aquella que es fisiológica-biológica y corporal, a la que es localizable en el estómago. A la otra, a la psicológica, debemos llamarla "ganas de comer". Entender estas dos distinciones nos ayuda a diferenciarlas. En una comemos lo que sea, tenemos hambre real. En la segunda tenemos hambre de dulces, pasteles y chocolates, y no de una ensalada.
Cuando llamamos "hambre" a una sensación que no lo es en realidad, sólo se confunde y entorpece el proceso de clarificar qué pertenece al estómago y qué a las emociones, o al simple hecho de pasar el rato degustando algo rico, sin necesariamente estar con hambre. Decir "tengo hambre" es diferente a decir "necesito comer"...
Si la sensación que tenemos se localiza en cualquier otro lugar de nuestra anatomía (garganta, boca y fosas nasales) debemos decirnos a nosotros mismos -con la mayor compasión- que sin duda "algo" nos está pasando. Hay algo que hace que tenemos que "empezar a saber": cuando NECESITAMOS COMER -pero no tenemos hambre- lo que experimentamos en realidad son sentimientos e ideas que no podemos poner en palabras. Eso es llamado por nosotros los psicólogos como "hambre emocional".
Es por ello que los traducimos en "necesito comer". Esos sentimientos e ideas necesitan nuestra atención urgente e inmediata. Hambre emocional, no de comida. Tener hambre psicológica, o sea, querer comer cuando no tenemos hambre física, es una indicación de que "algo" nos está pasando; probablemente, algo que duele o por lo menos que molesta.
Pero así como no pondríamos un pedazo de pastel, chocolate o dulces sobre una herida corporal abierta, así no debemos aplicar comida a nuestras heridas emocionales. Así como curaríamos nuestras lastimaduras corporales limpiándolas, y luego vendándolas, así debemos hacer con nuestras lastimaduras emocionales. Debemos curarlas. Aplicarles comida en forma de venda es un remedio poco efectivo e ineficaz.
Cuantas más veces comemos en respuesta a nuestra hambre emocional, más acortamos la respuesta anbte el estpimulo. Nos convertimos en "ignorantes emocionales" porque quedamos presos en un circuito repetitivo que no nos aporta nada más que dolor y sufrimiento.
En concreto, para sentir hambre debemos dejar pasar suficientemente tiempo entre una comida y la siguiente (3-4 horas máximo) asegurando así que el estómago se vacíe lo suficiente como para mandarnos señales de hambre. Este paso es condición indispensable para controlar el hambre emocional.
Gabriela Cesaretti Torres, www.minutriologa.mx
Comentarios
Publicar un comentario
Si deseas hacer algún comentario, por favor visita mi página en Facebook: http://www.facebook.com/codependencia