El verdadero problema, es cómo
vemos el problema. Y el problema es cómo aprender
a aprender. Cómo aprender a cambiar de actitud ante el mismo estímulo.
A aprender a dejar atrás los
roles que traemos desde que nacimos que aprendimos de nuestra familia de
origen. Negarnos a nosotros mismos. Atender las necesidades de los otros. Y de
este modo aprendimos a necesitar ser necesitados.
Porque nuestra madre o nuestro
padre estaban demasiado ausentes emocionalmente o enfermos físicamente para
cumplir con su función.
O porque tal vez asumimos el rol
de hijo parental debido a que cuidamos tanto al progenitor que nos quedaba
cerca o a nuestros hermanos. O tal vez nos convertimos en la madre o el padre
ausente mientras éste trabajaba para mantenernos.
Quizá fue que tu madre –o padre-
eran tan profundamente infelices con el otro que nos convirtieron en sus
confidentes, escuchando todas las cosas malas que uno le hacía al otro y esto
era demasiada carga para el niño(a) que éramos.
Escuchábamos por temor a las
consecuencias que podrían ocurrirle al progenitor que tanto sufría si no lo
hacíamos, pues no podíamos elegir no hacerlo. Teníamos un miedo constante de
perder el amor de ellos si no cumplíamos con el feo rol que ellos nos daban, y
que definitivamente no nos correspondía.
Pero nada pudimos hacer. No nos
protegimos, pues éramos unos niños, y a ellos, nuestros padres, a quienes sí
les correspondía hacerlo tampoco lo hicieron. Muchos de ellos “se colgaban” de
nosotros y si bien no teníamos la capacidad de hacerlo, terminamos
protegiéndolos a ellos. Gracias a esto, aprendimos siendo bien niños aún a
cuidar de otros, menos a nosotros mismos.
Nuestra propia necesidad de amor,
de aprobación, de respeto, de cariño de seguridad y de protección quedó
absolutamente insatisfecha. Todo esto mientras fingíamos que todo estaba bien.
Mientras nos alejábamos de lo que sentíamos. Aprendimos a negarnos a nosotros
mismos. Y uno siempre busca lo conocido. Crecimos buscando lo que aprendimos.
Lo que además sabíamos hacer tan bien: Satisfacer las necesidades de otros y
negar las nuestras. Fingiendo que nada nos duele. Fingiendo que nada
necesitamos.
Cuando fuimos niños, fueron las circunstancias
las que nos obligaron a actuar así. Y actuamos (no elegimos) en función de
éstas. Y cambiar implica que debemos ver el problema de manera diametralmente
distinta. Porque ya no somos los niños desvalidos y desprotegidos que éramos
entonces. El problema es que aunque todo esto nos ocurre, no nos damos cuenta
conscientemente.
Libro "Aprendiendo a Vivir Libre"
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