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Continuación de la historia de Miriam


Realmente, aunque Miriam hubiera incrementado su nivel de “darse cuenta”, siguen existiendo muchas elecciones que ella hace sin “darse cuenta”.
Los esfuerzos titánicos de ella desde niña para ser reconocida, encargándose de las casas de su madre o de su padre, que sólo se veían recompensados con lo más cercano al amor que ella experimentaría: la agradecida dependencia de su madre, su madrastra y su padre hacia ella.
¡Qué difícil para un niño ser tratada como alguien más fuerte que sus padres e indispensable para ellos por la ayuda que brinda y no por el amor que ellos le prodigan!
Miriam creció como una gran “rescatadora” que siempre podía enfrentarse con las más fuertes adversidades, rescatando a sus padres y hermanos menores. Hasta hoy, al estudiar enfermería está profesionalizando su vocación de rescatadora.

Y que quede claro. Si bien es muy admirable ser fuerte ante las adversidades, Miriam NECESITABA una situación de caos y crisis para funcionar. Sin problemas, sin alborotos, su depresión y su dolor de infancia (latentes desde su infancia) emergerían irremediablemente sumiéndola en una gran depresión como a su madre años atrás. Desde niña, Miriam fue la madre de su madre y sus hermanos. Pero ella también era una niña que necesitaba a sus padres, y dado que su padre era demasiado alejado de ella sus necesidades quedaron insatisfechas. Sus hermanos tenían a Miriam para hacerse cargo de ellos. Para regañarlos. Para cuidarlos. Miriam no tenía a nadie. No sólo le faltaba su madre, también tuvo que aprender a pensar y sentir como un adulto. No había ni tiempo ni posibilidad de expresar su propio miedo, sus propias necesidades. Al paso del tiempo, a ella le pareció que esto era lo correcto. Pero tenía el mapa equivocado. Pronto, Miriam no sólo funcionaba muy bien en las situaciones de crisis. Las necesitaba. Necesitaba adrenalina. La necesitaba para evitar su propio dolor y su depresión.
Más allá, su autoestima estaba basada en todo lo que ella cargaba. Si ella no cargaba, no valía. Ganaba aprobación trabajando duro, sin quejarse. Sacrificando sus propias necesidades. Debido a las desafortunadamente frecuentes circunstancias de su niñez, lo que para ella habría sido una crisis se convirtió en lo normal.

Aquí es conveniente hacer un breve repaso de algunos aspectos importantes del desarrollo infantil con el fin de entender mejor la dinámica de la vida emocional de Miriam.
Como lo indica la teoría psicoanalítica, todo niño desea ser amado y aceptado por el progenitor del sexo opuesto. Los varoncitos, desean ser el esposo de su mami y las nenas de su papi. Cuando por alguna disfuncionalidad el padre o la madre no asumen bien su función, el hijo o la hija del sexo opuesto sufre algo siniestro. Un incesto. Pero no un incesto sexual, sino uno que daña tanto como este último, pero del cual no somos conscientes y casi nunca pedimos ayuda como suele suceder en el incesto sexual. Sufre un incesto emocional. Sí.
Gracias a la incapacidad emocional de su madre, Miriam no logró desvincular a su padre como “su pareja” al menos en el rol de sustituir a la madre para la crianza de sus hermanos y en las labores domésticas. Ella era la “señora” de la casa a sus 6 añitos. Durante los años en que su identidad personal estaba en desarrollo, ella fue, al menos en estos dos aspectos la compañera de su padre más que su hija.
Pero debido a que el padre se va con su amante, y luego la convierte en su esposa, Miriam asume el rol de “esposa” abandonada y se hace cargo de sus hermanitos como su fuesen sus hijos. Además, durante muchos años ella ha sido más fuerte y estable que su madre.
Y así como en su infancia ella también cuidó de los hijos “de la mujer con la que su padre la engañaba” o sea la segunda esposa de éste, es altamente probable que si Miriam no se educa a nivel emocional acabe cuidando a los hijos de “Gus” con la novia que tuvo antes de que ellos se conocieran.
Finalmente, Miriam actuaba así por al menos 3 “razones”:
1.       Baja autoestima: Ella no era como sus hermanos. Ella tenía que ganar el afecto y el amor de sus padres haciendo cosas que no le correspondían a una niña de su edad. Por tanto, ella no valía tanto como sus hermanos.
2.       Culpa: Culpa de ser la sustituta de mamá. Finalmente, ella tenía una relación incestuosa con el padre, aunque –por fortuna- sólo a nivel emocional.
3.       Por otro lado, una compulsión inconsciente por repetir el rol que la madre no logró: Quedarse con “el hombre” que la engaña. Ganarlo para ella.
La forma principal en la que Miriam se relacionaba con Gustavo era haciéndose cargo de él. Era lo conocido por ella como amor. Este era su paradigma del amor. Si te amo, me hago responsable de ti. No importa que tú no me atiendas. La infidelidad de Gustavo sólo era otro reflejo recreado de su infancia. Así como con su madre y la segunda esposa de su padre, a quien Miriam veía como las “otras mujeres” en la vida de su padre, su suegra y la novia de Gustavo eran también “las otras mujeres” en su vida en la actualidad y otro reflejo claro para ella. Y al igual que con su padre, ella vivía una relación donde la sexualidad no era una práctica común. Gustavo apenas se acercaba a ella. Antes de casarse, Gustavo tenía a la novia anterior también con él, al tiempo que permitía que Miriam se ocupara de la casa. Mientras él ejercía su sexualidad con la ex novia, debido a que Miriam no podía tener relaciones en su embarazo. Miriam lo sabía y al igual que con su padre, lo pasaba por alto.
Después de casados, ella dio inicio a un desafío personal más difícil que cualquiera de los que había enfrentado en sus primeros 17 años: Cambiar a Gustavo. ¿Cómo? Mediante su amor. Y esto nos lleva al nivel más profundo de la inconsciencia de Miriam: El creer que el amor, lo puede todo.
El mapa incorrecto. La fantasía mágica de cualquier niño que cree tener un poder mágico. En una familia funcional, aunque el varoncito desea a su madre para él o la niña a su padre para ella, la presencia del progenitor del mismo género le muestra que esto no es posible. Le guste o no, deberá aceptar que no puede ser la pareja del progenitor del género complementario. Que la pareja de su padre es su madre. Un gran aprendizaje que aporta una familia funcional. Aprender que no siempre podemos lograr lo que deseamos. Tolerar la frustración.

Pero desafortunadamente, en el caso de Miriam el deseo SÍ se cumplió. En muchos aspectos ella sí reemplazó a su madre. Ella pudo hacer realidad su fantasía. Ganó a su padre (aunque por un brevísimo periodo de tiempo) para sí misma. Los desafíos que más tarde la vida le obligó a vivir, como un marido infiel e irresponsable, la carga de criar a los dos niños virtualmente sola (como a sus dos hermanitos), severos problemas económicos y un exigente programa de estudios y trabajo, aunque de medio tiempo, fueron prueba de su gran capacidad.
Gustavo le proporcionó a Miriam un paradigma perfecto y conocido para ella de lo que es el amor. A “éste” sí lo podría cambiar y ganarlo para ella sola. Cosa que no pudo ser con su padre. Le ganaría la partida a “las otras”. Gustavo le ofrecía el escenario ideal para reproducir de nuevo el desafío contra el que no pudo en su infancia… en el hecho de que le daba amplias oportunidades de sufrir y soportar, y de evitar la sexualidad mientras ella hacía lo que siempre había hecho tan bien: atender, cuidar, limpiar, y ver por su familia. Ella quería que yo la ayudara a cambiar a su suegra, pero no a ella misma. El cuadro no podría estar más completo.
A esta altura, creo que debe estar más que claro que Miriam no era de ninguna manera una víctima infortunada de un hombre desalmado. Todo lo contrario. “Gus” satisfacía toda su necesidad de ser necesitada.
Era su pareja perfecta. Una pareja bien pareja. El hecho de que la madre de Gustavo le permitiera a su hijo no cambiar y no crecer, era realmente un problema más entre muchos otros para ese matrimonio, pero no como pretendía Miriam, EL problema.
Lo que en verdad no funcionaba era que Miriam y Gustavo eran una pareja de ignorantes emocionales. Cuyos paradigmas de vida si bien no eran de ningún modo idénticos, se complementaban tan bien que, de hecho, se incapacitaban mutuamente para seguir siendo profundamente infelices.


En la pista de baile, como en la vida, uno es tan bueno como su pareja.   
- RobinMarantzHening

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