Imaginemos a los dos, Miriam y
Gustavo, como bailarines en un mundo en el que todos bailan y crecen
aprendiendo sus rutinas de baile individualmente, guiados por sus maestros.
Debido a esto, cada uno aprendió pasos emocionales únicos. Un buen día ambos
van a una pista de baile.
Se invitan a la pista y descubren
que sus estilos únicos se sincronizaban a la perfección. Un perfecto pax de deux que no es más que una folie de deux* de acción y reacción. A
cada paso de uno, venía el contrapaso del otro, lo cual permitía una
coreografía perfecta. Cada de Gustavo dejaba de ser responsable en algo, Miriam
se apresuraba para asumir esa responsabilidad. Aún cuando ella podría muy bien
hacerse cargo de ella y sus dos niños, puesto que en la práctica lo hacía y muy
bien, él daba un salto espectacular seguido por una gran pirueta, dejando a
ella el espacio libre para entrar a la pista. Cuando él invitaba a otra
bailarina al escenario, ella suspiraba con alivio y apresuraba el paso de su
tonada para distraerse y dejarlo brillar en el escenario, mientras ella giraba
y giraba.
Esto para Miriam era un baile
excitante, pero a menudo solitario. A veces resultaba desafiante y todo el
tiempo era agotador. Pero lo último que deseaba era que la música se detuviera
o cambiara de ritmo. Al fin y al cabo, era un baile que conocía (y que bailaba)
a la perfección. Ese baile que ella solía llamar “amor verdadero”. Un mapa
incorrecto. Que siempre la conducía al lugar incorrecto aunque ella pusiera tanto
empeño en seguirlo tan bien.
¿Pero cómo es que si hemos
sufrido tanto de niños no nos damos cuenta que estamos buscando lo mismo? ¿Cómo
es que un hombre que tuvo una madre sufrida y abnegada se casa con una mujer
igual? ¿Cómo es que una mujer que tuvo un padre ausente y frío emocionalmente
acaba casada con un hombre igual? ¿Cómo termina un hombre que siempre cuidó a
su madre haciéndose cargo de otra mujer que necesita cariño y cuidado siempre?
¿Cómo puede ser que una niña que vivió en su padre (o en su abuelo materno como
fue mi caso) los efectos del alcoholismo se case con un hombre que es
alcohólico?
De todas las posibilidades que
existen de formar una pareja, ¿por qué elegimos parejas con quienes podamos
perpetuar el baile que hemos aprendido tan bien?
Y lo que es más siniestro: ¿Cómo
es que nos alejamos de aquellas posibles parejas que bailan diferente a
nosotros? Y cuando nos encontramos con un hombre o mujer menos ignorantes
emocionales, más maduros, más responsables y menos dependientes y necesitados,
¿qué nos aleja de esas posibles parejas?
Porque uno busca
inconscientemente lo conocido. Porque buscamos personas con las que podamos
recrear las situaciones emocionales conocidas por nosotros. Personas que nos
hagan sentir lo mismo y enfrentar los mismos desafíos que teníamos frente a
nosotros desde nuestra infancia. Y finalmente, nuestros padres produjeron todas
estas situaciones de crisis. Pero al mismo tiempo, los niños creen que sus
padres los aman profundamente. Y para la gran mayoría esto es cierto. Luego entonces,
¿qué concluimos?
Que quien bien nos quiere, nos
maltrata. Nos hará sufrir. O al menos, eso dice el refrán ¿no? La primera vez
que una situación nos produjo dolor, fue cuando éramos niños. Y relacionada con
nuestros padres. Ahí empezamos a vincular el amor, con el dolor. Ahí fue donde
el mapa empezó a ir mal.
Pero todo esto pasó sin que nos
diéramos cuenta. Y empezamos por acostumbrarnos a situaciones caóticas. Y a
llamarlas “amor”. Y buscamos la pareja ideal para bailar el baile que ya es
para nosotros bien conocido.
Esa persona que nos complementa y
nos ayuda a hacer piruetas emocionales. ¡Y parece que bailamos tan bien!
*El Trastorno
psicótico compartido o folie à deux (literalmente "locura compartida por
dos") es un raro síndrome psiquiátrico en el que un síntoma de psicosis
(particularmente una creencia paranoica o delirante) es transmitida de un
individuo a otro. El mismo síndrome compartido por más de dos personas puede
llamarse folie à trois, folie à quatre, folie à famille o incluso folie à
plusieurs (locura de muchos).
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