Mi primer contacto con Erika fue
en un taller de Inteligencia Emocional. Lloraba mucho y decía tener un padre
alcohólico que la abandonó a ella, a su mamá y su hermana hacía muchos años y
hoy tenía una relación con un hombre muy violento, Carlos, quien además era
infiel y tenía problemas severos con el alcohol.
Erika decía que lo amaba
apasionadamente. Había intentado muchas veces a lo largo de 8 años dejarlo.
Pero siempre regresaba con él después de un tiempo. Ella lo perdonaba y todo
empezaba de nuevo, hasta el siguiente engaño o la siguiente golpiza.
Ella lo buscaba si él no lo
hacía. Se sentía profundamente sola al grado de culparse por todo y reconocerlo
ante él, quien “la perdonaba y le daba otra oportunidad” siempre.
Cuando las escenas de nuestra
infancia son particularmente dolorosas, traemos con nosotros un patrón
(paradigma) de abandono, de dolor y de jurar que a nosotros no nos pasará lo
mismo que a nuestros padres. Tendemos desde ese pequeño niño o niña que tenemos
lastimado tan profundamente dentro de nosotros (nuestro niño interno) a
reconstruir nuestras escenas dolorosas de infancia con el sano deseo de
modificar el final de cada una.
Habituándonos cada vez más al
dolor. Elevando cada vez más nuestro umbral ante el mismo y disminuyendo cada
vez más nuestro –ya “de suyo” muy bajo- coeficiente emocional. Pero lee
atentamente lo que sigue.
Lo siniestro y lo que hace trascendente el analizar este tema a fondo para esta mujer que también tuvo un paradigma equivocado del amor al escribir un libro como el que tienes en tus manos es que “paradigma” es modelo, el ejemplo, el patrón. ¿Coincides? Es como un mapa. Un mapa mental.
Y si estuvieses en la Cuidad de
Buenos Aires (ciudad a la cual adoro y prometo pronto vivir en ella aunque sea
dos meses cada año), ¿Te serviría un mapa de la Ciudad de México? Bien, pues
quizá en algún momento, a tu abuela, a tu bisabuela y a tu madre o a tu
bisabuelo, a tu abuelo o tu padre les haya servido su paradigma del amor
sufrido y dependiente. De mujeres abnegadas y dejadas. De víctimas que
permitían todo porque “el amor es sacrificio” y porque “quien bien las quería,
las maltrataba” y porque “era su cruz” y como la mayoría de estas mujeres eran
ignorantes -o casi- también en lo académico e intelectual, porque sus padres
también tuvieron el paradigma erróneo de “tú eres mujer, a ti te van a
mantener, tu hermano que sí estudie, tú no lo necesitarás” y con ello las
condenaron. En el caso de los varones, ¿creen que ellos hayan sido felices
teniendo a sus parejas no por lo que eran, no porque ellas los amaban, sino porque los necesitaban? ¿Porque “no
tenían de otra”? ¿A qué hombre inteligente le alimentaría el ego tener a una
mujer que está a su lado por lo que obtiene de él y no por lo que él es?
Pues quizá a ti, que eres una
mujer profesionista, o un hombre exitoso en lo laboral. Lo que no te funciona no es la relación con los otros (pareja,
hijos, compañeros y amigos), sino que estás usando el mapa de la Ciudad de
México pero aún no te das cuenta de que estás en Buenos Aires, o al revés. Te
das cuenta de que estas en Buenos Aires, pero no te das cuenta de que el mapa
que tienes en las manos es el mapa de la Ciudad de México.
Es por ello que la pregunta
“¿Cuál es tu paradigma del amor?” tiene tanto sentido. Porque quizá hace tiempo
te sientes perdido(a), en un laberinto sin mapa y sin brújula. Porque parece
que nada tiene sentido. Y es ahí te sientes perdido y cuando más necesitas
recuperar la brújula y tener el mapa correcto.
Gabriela Torres de Moroso Bussetti
Aprendiendo a Vivir Libre (Click)
Capítulo 2.
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